¡Oh no!

El corazón de Rosalía dio un vuelco al contemplar la gravedad de la proposición. ¿Podría ser realmente ella —avanzando para votar junto al estimado Consejo Imperial por la ejecución de su propio hermano? La idea parecía totalmente absurda, y sin embargo, una fuerza inexplicable tiraba de las cuerdas de su corazón, instándola a levantarse y reclamar el asiento vacante detrás de la mesa del consejo. Era como si el espíritu de la verdadera Rosalía la implorara que se vengara de Rafael en su lugar.