Rosalía se estremeció cuando sintió la pesada mano de alguien descansar sobre su delicado hombro. Instintivamente, giró la cabeza solo para encontrar a Teodoro Xarden imponiéndose sobre ella. Sus impecables, aunque un tanto fatigadas, facciones mostraban una sutil señal de contento mientras sus profundos y estrechos ojos barrían la expresión de perplejidad de Rosalía.
Los hombres en las cercanías abrieron los ojos, luchando por comprender el giro inesperado de los acontecimientos. Intercambiaron miradas frenéticas y perdidas entre sí, sucumbiendo al incómodo silencio provocado por la repentina aparición de Theo.
Unos momentos después, la multitud cercana comenzó a zumbar con susurros apagados. Sus curiosas y algo juiciosas miradas se desplazaron sutilmente hacia el hombre que estaba detrás de la Gran Duquesa Dio.
—Dios mío, ¿es realmente el Señor Teodoro Xarden? ¡Es la primera vez en años que lo veo en un banquete! —comentaban algunos.