Rosalía se acomodó en un cómodo sillón situado en la espaciosa terraza, la cual ofrecía un punto de vista impresionante que dominaba los Jardines Imperiales. Ubicado en el segundo piso del Palacio Principal, este refugio había sido imbuido con dispositivos mágicos, transformándolo en un santuario de calidez y tranquilidad.
Mágicos enigmas saturaban el aire, creando un capullo de comodidad. La terraza ostentaba místicos artefactos que se disfrazaban de lámparas calefactoras, cuya suave radiación proyectaba un abrazo reconfortante sobre cualquiera que buscara refugio del estrépito y aglomeración del salón de eventos bullicioso.