Rosalía fijó su gran y vacía mirada gris en el sendero de piedra frente a ella, sus pensamientos divagando a través de los familiares pero desconcertantes caminos de su mente. Todo había comenzado con aquella carta obtenida por Laith que transmitió las noticias sobre Evangelina, y ahora, ella luchaba con una abrumadora sensación de desorientación.
Las preguntas giraban en sus pensamientos como hojas de otoño atrapadas en una suave brisa.
—¿Cómo es esto posible? —se preguntaba—. Es como si esta situación hubiera decidido borrar la esencia misma de la trama de nuestra novela. Entonces, ¿qué va a suceder ahora? ¿Quién acudirá en ayuda de Damián en su incansable lucha con la maldición que lo ata? ¿Y qué hay de los demás acontecimientos, esos momentos que estaban destinados a suceder una vez que Evangelina regresara?