—No podría haberme alejado por más de dos minutos. ¿Dónde diablos podría haber desaparecido?
—¿Podría ser... No, no puede ser... —En un latido, soltó el cuchillo dejándolo caer al suelo y giró rápidamente. El pánico la inundó, obligándola a buscar a alguien que pudiera venir en su ayuda. Sin embargo, en ese momento frenético, una realización se abrió paso en ella: si la Princesa Angélica realmente había caído al agua mientras luchaba por respirar, el tiempo era ahora un lujo inestimable e irreemplazable.
—Así, sin dudarlo, la dama tomó una profunda bocanada de aire llenando sus pulmones al máximo y saltó también, rezando para que el cuerpo de la dama pudiera aguantar nadar.
—¡Dios mío! —exclamó el Duque Amado, su voz transmitía una sorpresa y preocupación absoluta—. ¡Su Gracia, la Gran Duquesa Rosalía Dio, acaba de caer al agua!