El Presente

La tranquila idílica mañana fue abruptamente destrozada por un insistente golpe en la puerta. Antes de que Rosalía o Damián pudieran responder, la entrada del dormitorio se abrió bruscamente, dando paso a los enérgicos y alegres pasos de Illai, seguido de cerca por la llegada desconcertada pero apresurada de Aurora.

Haciendo caso omiso de las cautelosas palabras de la criada, el chico corrió hacia la amplia cama y se anidó cómodamente entre Rosalía y Damián. Con un entusiasmo incontenible, envolvió a la duquesa en un abrazo sincero, su vibrante voz resonando por la habitación con pura alegría.

—¡Feliz Cumpleaños, Rosalía!

—¡Gracias, Illai!

La suave sonrisa de Rosalía se ensanchó mientras envolvía al joven en un abrazo reconfortante, mientras ofrecía a Aurora una mirada tranquilizadora, significando que no había motivo de preocupación.