—¿Cómo pretendes ayudarme? —preguntó Rosalía, su escepticismo y desconcierto sin disminuir. La conversación entre ellos parecía enredarse en una creciente complejidad con cada frase pronunciada.
Mientras tanto, el comportamiento de Altair cambió, estableciéndose en un estado compuesto y recolectado. Su voz, ahora firme e inquebrantable, mantuvo su confianza mientras continuaba,
—Para proporcionar la ayuda que requieres, debemos partir de Rische.
La duquesa no pudo suprimir su asombro, con la boca abierta en incredulidad.
—¿Partir? ¿Y a dónde exactamente?
—Izaar.
Una vez más, Rosalía cayó en un silencio contemplativo. Marcaría la segunda ocasión en que alguien mencionaba a Izaar como el destino que necesitaba buscar, dejándola con la sensación inquebrantable de que esto no era una mera coincidencia; más bien, parecía que el destino había tejido intrincadamente este camino para ella, llevándola a este lugar, quizás para buscar refugio de los giros desafortunados de su destino.