Toda Reina Necesita Una Corona

Rosalía inhaló profundamente, cerrando los ojos en un intento de contener el deseo casi incontrolable de su cuerpo de estremecerse mientras su voz luchaba por escapar de sus labios.

Tres criadas la atendían, cada una con una tarea específica para realzar su apariencia. Una cubría meticulosamente todo su cuerpo con un ungüento fragante y transparente, asegurando que protegería su piel del calor infernal. Mientras tanto, otra criada rizaba habilidosamente el pelo de Rosalía, añadiendo aceites, perfumes y polvos brillantes que la dejaban sintiéndose mareada y con náuseas.

La tercera criada, confiada con el deber más crucial, asistía a la duquesa al ponerse el vestido especial seleccionado personalmente por Asmodeo.