El Banquete, Parte I

Con cada paso que daba Rosalía, su cuerpo entero era golpeado por el dolor infernal de un rayo. Sin embargo, al intentar evaluar la gravedad de sus heridas, se sorprendió al no encontrar ni sangre ni ningún otro signo de que su cuerpo estuviera perforado o rasgado.

—¿Por qué... Qué pasó con mis heridas? —preguntó.

Asmodeo examinó brevemente su cuerpo, luego redirigió su mirada hacia adelante y le dio una ligera palmada en la mano, infligiendo más dolor invisible mientras explicaba,

—La pomada que recibiste no era solo para proteger tu piel del calor, sino también para acelerar el proceso de curación. No queremos que otros te vean en un estado tan dañado.

Luchando con un dolor que retorcía sus huesos, Rosalía apretó los dientes y gimió,

—¿Entonces, qué se supone que debo hacer ahora? ¿Qué tipo de banquete estás organizando de todos modos?

El demonio emitió una suave risa, como burlándose de su pregunta inocente.