Serafina tembló mientras los labios del Duque Everwyn recorrían su cuello. Luchaba por formar palabras, las sensaciones la abrumaban.
—Dilo —murmuró él contra su piel.
—N-no, Reuel…
Sus palabras fueron absorbidas por su beso insistente. Su lengua exploró su boca, haciendo imposible el pensamiento coherente.
—No entendí eso.
—Reu…
Nuevamente, su boca reclamó la suya. Se dio cuenta de que él lo hacía a propósito. Frustrada, Serafina empujó contra su pecho en señal de protesta.
—¿Qué pasa? —preguntó él, fingiendo inocencia.
—Tienes que dejarme hablar —replicó ella.
—Nunca dije que lo haría fácil.
Su aliento acariciaba su mejilla mientras su otra mano le copaba el rostro. Su toque era suave pero firme.
—Mi esposa es tan ingenua.
Serafina se sonrojó profundamente. Su sonrisa era tierna y burlona mientras succionaba su labio inferior.
—Si aún quieres hablar, adelante. No te detendré.