Serafina, mirando el amplio pecho de Cuervo, bajó rápidamente la mirada cuando escuchó el sonido de su cinturón desabrochándose.
Su respiración se entrecortó sorprendida al verlo, un recordatorio de la noche que la dejó tanto exaltada como incapaz de caminar al día siguiente.
Esta vez, sabía qué esperar. El recuerdo de aquel dolor se mezclaba con su anticipación, la ansiedad visible en su rostro.
—No te haré daño —susurró él, notando su aprensión. La besó suavemente en la mejilla, aunque ella deseaba que de alguna manera pudiera disminuir su tamaño intimidante. Su mirada resentida se encontró brevemente con la de él.
Cuervo se tomó de sí mismo y lentamente tentó su entrada, su caliente longitud rozándola. El cuerpo de Serafina se tensó con nerviosa anticipación.
—Relájate —la calmó él, acariciando su frente, su toque reconfortante mientras trazaba los contornos de su rostro.