Serafina admiraba la solución práctica del Duque. Cerrar las habitaciones no utilizadas reducía el trabajo, pero no era una solución a largo plazo. La gente no era tan resistente como el hierro. Contratar más sirvientes era esencial para las emergencias.
—¿Tenemos algún excedente en el presupuesto actual? —preguntó Serafina al mayordomo.
—Sí, lo tenemos.
Entonces, Serafina se enfrentó al duque, como si pidiera permiso.
—No tienes que pedirme nada. Eres la duquesa, mi esposa. Por supuesto, no contrariaré tu decisión. Al menos no cuando son solo algunas cosas menores.
Cuervo rió entre dientes y le permitió hacer lo que quisiera.