Un juego...

La oficina volvió a quedar en silencio después de que el principal causante del alboroto se marchara. La pluma de Cuervo reanudó su danza sobre los documentos.

Ninguno de los ayudantes de Cuervo fue invitado a su boda. La mayoría había estado a su lado antes de que se le otorgara el título de Duque. Algunos eran plebeyos que comenzaron desde posiciones bajas. El Conde jamás acogería de verdad a estos invitados.

Un repentino matrimonio entre su amo y una desconocida duquesa. Terrance miró al Duque durante un rato antes de hablar.

—¿Cómo fue la ceremonia de tu boda? —preguntó.

—Estuvo bien.

—La Duquesa…

—Terrance, ¿también extrañas el olor de la tierra del campo? —cortó Cuervo.

—No, señor —respondió Terrance, más discreto que Lyndon, cerrando la boca rápidamente. El único sonido en la oficina era el rasguño de la pluma de Cuervo en el papel.

Después de probar la dulzura, la mano de Cuervo fue de manera natural otra vez hacia la cesta. Metió otra galleta en la boca y murmuró.