¿Está cansado de mí?

—Cuervo, me gustaría mucho pasear por el jardín durante el día. Tengo un fuerte deseo de ver las flores frescas florecer bajo el sol brillante.

—Entonces, hagamos un invernadero —sugirió Cuervo sin vacilar, con una voz firme e inquebrantable.

—¿Sí? —Serafina se sorprendió por su respuesta inmediata, su sorpresa evidente en sus ojos agrandados.

—Si iluminas el invernadero desde el interior, no envidiarás la luz brillante del exterior —explicó Cuervo—. Las flores aún florecerán hermosas y podrás disfrutarlas de manera segura desde adentro.

—¿Entonces puedo ir sola al invernadero? —preguntó ella, esperando obtener cierta medida de libertad en sus salidas.

—No —la respuesta de Cuervo fue firme, sin dejar lugar a negociaciones.

—En ese caso, me aseguraré de llevar a Lili y Pillen conmigo —propuso Serafina, pensando que tener compañía haría que sus salidas fueran aceptables a sus ojos.

—No, aún así no puedes —reiteró Cuervo, con un tono inflexible.