—¿Escuché que fue el Duque quien te llevó en brazos en aquella ocasión? —preguntó una de las esposas, sus ojos abiertos de curiosidad, su tono rozando la incredulidad reverente.
—Oh Dios mío, ¿en serio? ¿El Duque? —interjectó otra esposa, claramente intrigada, inclinándose ligeramente hacia adelante en su asiento.
—Sí, la llevó como si fuera lo más preciado del mundo —confirmó la Baronessa Nisser, sus palabras cargadas de admiración.
—Me siento bastante avergonzada de mí misma... solo porque me lastimé un poco el pie y me resultaba incómodo caminar, él tuvo que llevarme de regreso a la mansión —admitió Serafina, sonrojándose coquetamente. Su modestia solo añadió a su encanto, convirtiéndola en el centro de atención.
Serafina, quien había sido percibida como callada y reservada, ahora brillaba en los ojos de las damas reunidas. Brillaban con interés, cautivadas por su historia, cada detalle hacía que se inclinaran un poco más, ansiosas por escuchar más.