—Sí.
La risa de Arjan se profundizó, aunque la sonrisa que dirigió a su hermana era rígida, casi forzada.
—No dejaba de molestar a nuestro padre porque te extrañaba mucho, pero siempre me rechazaban. Sin embargo, he oído que no irás de luna de miel —comentó Arjan, su voz teñida de curiosidad.
—No tienes que ser tan formal. Al fin y al cabo, eres mi hermana. Puedes visitarnos cuando quieras —respondió Serafina con calidez, su expresión se suavizó.
—¡Guau! Gracias. Realmente te echaba de menos —exclamó Arjan, su voz llena de auténtica emoción. Extendió la mano e inmediatamente abrazó el cuello de Serafina, sus brazos se tensaron con la sinceridad de sus sentimientos. El abrazo duró más de lo habitual, transmitiendo una profundidad emocional que las palabras solas no podían expresar.
—Me siento tan vacía sin mi hermana en casa. Mi hermana siempre estaba allí cada vez que llegaba a casa —continuó Arjan, su voz bajó a un tono más sombrío.