Cuervo sostuvo los gemelos picos de Serafina, sus dedos acariciaban expertamente la delicada carne. Utilizando su habilidad única para darle placer con un simple toque, él consiguió un dulce gemido de sus labios casi instantáneamente.
—Ngh...
Pero Cuervo no estaba satisfecho con solo detenerse ahí. Apretó sus suaves senos más firmemente, sus dedos hundiéndose más en su deliciosa blandura. Era una sensación que nunca había experimentado antes, una mezcla de deseo y ternura.
Serafina, abrumada por la intensidad de sus propias reacciones, trató de cubrir su boca para sofocar sus gemidos. Pero sus intentos fueron inútiles; el placer era demasiado abrumador.
—Ngh... ahihi...