—Sí, entiendo —respondió el cochero—. Y la carroza comenzó a desacelerarse un poco. El suave balanceo de la carroza contrastaba enormemente con la intensidad de su momento.
—Nunca pensé que me tragarías tan apresuradamente así —bromeó Cuervo, con una sonrisa juguetona en su rostro—. La vista de sus mejillas sonrojadas y labios entreabiertos era increíblemente estimulante.
—¡Bueno, ese no es el problema! —La voz de Serafina era una mezcla de frustración y vergüenza, su rostro teñido de un rojo intenso—. La realidad de su situación empezaba a calar, y ella se sentía cohibida. Los sonidos de la carroza y la conciencia del cochero justo afuera añadían un emocionante filo a su encuentro.
—Obviamente, puedes oír el sonido desde la carroza...!