Arjan intentaba ocultar sus retorcidos pensamientos. Siempre había sentido curiosidad por cómo vivía su hermana después de casarse con una familia tan prestigiosa.
No, en realidad, su boca solo ardía de irritación, no podía creer que Serafina, su hermana inútil, ahora fuese tan dominante y llevase una vida tan buena.
La Duquesa se había convertido en un enigma, alimentando muchos rumores. Su estatus como hermana de la Duquesa era incluso mejor de lo anticipado, pero no era realmente lo que había imaginado.
La realidad de la posición elevada de Serafina era una píldora amarga de tragar.
—Iba a reírme de ti si parecías despreciarme.
Arjan luego miró la taza de té frente a ella. Era mucho más delicada que las de su casa, con diseños intrincados y ribetes dorados, que irritaban terriblemente sus ojos.
Cada detalle del hogar parecía burlarse de su menor estatus.
—Oh, y esto.
Arjan decidió desanimarla en lugar de andar con rodeos.