Durante la cena, Serafina actuaba como si estuviera perdida, incluso mientras comía. Esta era la misma Serafina que siempre solía mirarlo durante sus comidas con una sonrisa gentil y una conversación atractiva.
Raven detuvo su tenedor en el aire, fijando su mirada en ella. Sin darse cuenta de su escrutinio intenso, Serafina continuaba moviendo mecánicamente su tenedor, sus ojos fijos en el plato, desprovistos de su brillo habitual. La mujer vibrante a la que adoraba parecía haberse retraído en su caparazón.
—Serafina, ¿estás bien? —preguntó él suavemente, esperando romper la barrera que ella había levantado.
—Estoy bien, solo un poco cansada —respondió ella, su voz carente de su calidez y alegría habituales.