Te amo también (R-18)

Incluso aquellos unidos a ella por la sangre habían sido monstruos, pisoteando su frágil corazón. Era natural que se preguntara si otros harían lo mismo. Pero Cuervo no era como ellos. Él no hizo nada de eso. La bondad que él le mostró era algo que nunca había experimentado antes.

Era diferente. No era ni lástima ni otro sentimiento superficial.

Por primera vez, ya no tenía que preocuparse por salir herida.

—Huh…

Las lágrimas se acumularon en los grandes ojos de Serafina, pero ya no eran lágrimas de tristeza. Eran lágrimas de alegría, de puro alivio, derramándose por sus mejillas como una lluvia purificadora.

—Gracias por casarte conmigo, Serafina —susurró Cuervo, su voz cargada de emoción.

La sostuvo cerca, su áspera mano acariciando su espalda suavemente, anclándola en su abrazo.

—Gracias por estar conmigo —continuó, sus palabras un bálsamo para su alma.