—Sí, sin que ella lo supiera, se había acostumbrado a la sensación de su presencia dentro de ella, a la forma en que su cuerpo lo recibía ansioso, casi como si anhelara la sensación. Era como si su mismo núcleo hubiera sido condicionado para aceptarlo, para desear el cumplimiento que solo él podía proporcionar.
—Quizás, de alguna extraña manera, su esencia se había convertido en un tónico para ella, algo que su cuerpo ahora ansiaba. No era solo ella —todo su ser, su propia alma, parecían responderle a él.
—Pero más que nada, a su coño le gustaba, respondiendo a su tacto con una necesidad casi desesperada.
—Cuando lo tomó por completo, hasta su misma raíz, Serafina jadeó, su respiración se cortó en su garganta mientras un gemido agudo escapaba de sus labios.
—La sensación de él llenándola era intensa, casi abrumadora, y su mente comenzó a divagar, perdida en una neblina de placer.