Serafina observaba a Raven con diferentes emociones encontradas: gratitud, incredulidad y un anhelo callado que no podía nombrar del todo.
Apreciaba su dedicación, pero una parte de ella se preguntaba si él estaba excediéndose por su bien.
Su presencia era agradable pero siempre había una pregunta en su corazón: ¿Debería estar siempre aquí con ella? ¿Debería dejar de trabajar por ella?
No...
—¿Estás seguro de que puedes tomarte un tiempo libre? —Serafina preguntó en voz baja.
Raven respondió con un asentimiento confiado, aunque Serafina no pudo evitar notar la sutil tensión en su mandíbula; estaba cansado y tenso; después de todo, tenía una gran responsabilidad como duque.
—Por supuesto —dijo él—, se comportaba normal pero Serafina percibía una corriente subyacente de algo más —quizás ansiedad? Él siempre era tan compuesto, siempre el que controlaba, pero ella lo conocía demasiado bien para no notar las pequeñas grietas en su armadura.