Un masaje caliente (R-18)

El agotamiento era tan profundo que ni siquiera el toque reconfortante de las manos de Cuervo podía disiparlo por completo.

—¿Duele mucho? —preguntó Cuervo, su voz teñida de preocupación mientras seguía trabajando sus dedos suavemente sobre los músculos tensos.

—Más que dolor, es como si... todo se sintiera anudado —respondió ella, su voz suave y un poco jadeante. La tensión en su cuerpo se había acumulado durante el día, y ahora se hacía notar con cada toque.

Las manos de Cuervo se movían hábilmente sobre su espalda, sus dedos trazando las curvas de su cuerpo con facilidad experta. Amasaba los músculos suavemente; su toque era muy cuidadoso, sabiendo exactamente cuánta presión aplicar para aliviar su incomodidad sin causarle dolor.