La terrible sensación de muerte finalmente había devuelto a Fernando a sus sentidos. Incluso se ensució a sí mismo en su miedo.
Cuervo chasqueó la lengua antes de voltear la cabeza.
—Atadlo y arrastradlo. Matarlo ahora sería desagradable, y aún no es momento para eso. —dijo.
—Entendido. —respondió uno de los caballeros.
Los caballeros se movieron instantáneamente al unísono ante las palabras de Cuervo. Aunque Fernando era el heredero de un Marqués, a nadie le importaba. Es más, las palizas realizadas bajo el pretexto de atarlo se mostrarían a veces.
—¿Serafina, estás bien? —preguntó el caballero asistente.
Serafina, que estaba justo al lado del caballero asistente, asintió ligeramente. Cuervo la levantó, aún luciendo lamentablemente pálida.
—Vamos a casa. Hace demasiado frío aquí. —expresó Cuervo.
Serafina intentó responder con un sí, pero no salieron palabras. Incluso su espíritu, que apenas se estaba recuperando del shock, todavía estaba aturdido.