Entraron a la taberna, que estaba mucho más tranquila en la mañana que la noche anterior.
Unos pocos clientes estaban dispersos alrededor, la mayoría de ellos disfrutando tazas de té o platos de desayuno. Encontraron una mesa cerca de la ventana, donde la luz del sol entraba a raudales, y pidieron algo de comer.
Mientras esperaban por sus comidas, Serafina no podía evitar mirar por la ventana, perdida en sus pensamientos. —¿Y si no encuentran al ladrón? ¿Y si nunca recuperamos nuestras cosas?
Raven extendió su mano sobre la mesa y tomó la de ella. —Oye, no te preocupes por eso. Las cosas se pueden reemplazar. Además, no voy a permitir que unos cuantos monedas robadas arruinen este viaje.
Serafina apretó su mano, sintiéndose un poco más tranquilizada. —Tienes razón. Supongo que solo estoy frustrada.