La investigación 1

El sol matutino se filtraba a través de las delgadas cortinas de la posada, proyectando un suave y dorado resplandor en la pequeña habitación.

Serafina se despertó de su sueño, estirándose mientras sus ojos parpadeaban abriéndose. A su lado, Cuervo ya estaba despierto, apoyado contra el marco de madera de la cama, sumido en sus pensamientos. Él la miró mientras se movía, ofreciéndole una pequeña sonrisa.

—Buenos días —dijo suavemente, su voz aún llevando el calor del sueño.

Serafina bostezó y se sentó, frotándose los ojos.

—Mañana... ¿cuánto tiempo llevas despierto? —preguntó, su voz ronca.

—No mucho tiempo —respondió Cuervo—. Quería dejarte dormir un poco más.

Serafina sonrió pero antes de que pudiera decir algo más, un fuerte golpe interrumpió su tranquilo momento. Venía de la puerta, seguido de la voz del posadero.

—¡Señor! ¡Señora! ¡Necesitamos su atención, por favor!

Cuervo frunció el ceño. —¿Ahora qué?