Cuervo salió de la habitación, dejando atrás a una frágil Serafina que había vuelto a caer en un sueño pacífico. Su corazón dolía, pero intentaba calmar su mente. Justo cuando la puerta hizo clic al cerrarse detrás de él, notó al médico de pie afuera, casi como si hubiera estado esperándolo.
Las cejas de Cuervo se fruncieron preocupadas. —¿Qué sucede? —preguntó, su voz mostrando un leve atisbo de preocupación.
El médico se movió incómodo. —No estoy seguro de que sea apropiado que lo diga, pero... felicidades, mi señor.
—¿Felicidades? —Cuervo repitió, su confusión aumentando. —¿Acaba de felicitarme por la recuperación de mi esposa?
El médico rápidamente negó con la cabeza, evitando la mirada penetrante de Cuervo. —No, eso no es lo que quise decir, Su Gracia. Creo… que la Duquesa está embarazada.
Cuervo se quedó paralizado, su mente detenida en seco. —¿Qué?