Ropa para bebé

Cuervo cerró la boca con fuerza, incapaz de encontrar una respuesta adecuada. Odiaba la idea de que ella estuviera fuera a sus anchas, pero tampoco podía mantenerla encerrada para siempre.

Aún así, siempre estaba preocupado, siempre vigilándola como si estuviera a punto de tropezar con algo invisible.

—Por eso vienes conmigo, ¿verdad? —dijo Serafina—, alcanzando a tocar su mano. —Tú estarás allí, así que estaré bien.

Su voz era suave y reconfortante, y Cuervo se encontró asintiendo casi automáticamente, como si estuviera bajo su hechizo. Ella tenía ese efecto sobre él.

Los sirvientes de la casa no podían evitar susurrar entre ellos, riéndose de cómo su Madame había "embrujado" una vez más a su Maestro.

...

Cuando el carruaje finalmente se detuvo frente a la tienda de vestidos, era difícil no notar los murmullos emocionados de la gente cercana. Margareta, la dueña de la tienda, ya estaba esperando en la puerta, arreglándose nerviosamente el cuello al verlos acercarse.