—Ehh... Sí, claro —dudó Raven, tratando de sonar casual, aunque una parte de él deseaba que ella tuviera antojos de algo más sustancial.
Pero ahora no era el momento de discutir sobre sus elecciones de comida. No estaba dispuesto a iniciar una guerra por antojos.
Raven no podía quitarse de la cabeza el recuerdo de Serafina enfureciéndose por las cosas más insignificantes últimamente.
El médico había mencionado que el embarazo podría hacerla más emocional o sensible, pero lo que Raven veía con sus propios ojos iba mucho más allá de la simple sensibilidad. Sus cambios de humor habían sido... bueno, intensos. Se encontraba caminando sobre cáscaras de huevo a su alrededor.
Sus manos toqueteaban torpemente su hombro, tratando de reconfortarla pero no seguro de si lo estaba haciendo bien. Era cuidadoso, probablemente demasiado cuidadoso.
—¿Hay algo más que te gustaría comer? —preguntó, intentando mantener su voz ligera.