Limones encurtidos

—Serafina, estaba tan feliz cuando me enteré del bebé. La idea de tener un hijo que se parezca a ti... hace que mi corazón se hinche —su voz se quebró mientras continuaba—. Pero desde ese día, no he dormido bien. Estoy aterrorizado. ¿Y si algo sale mal? ¿Y si te pierdo?

Se levantó bruscamente, pasándose las manos por el cabello. Su espalda estaba húmeda de sudor, y se sentía atrapado en sus pensamientos en espiral.

—No puedo dejar de pensar en ello. El miedo simplemente sigue consumiéndome. No quiero imaginar una vida sin ti.

Serafina extendió los brazos y lo rodeó, atrayéndolo hacia ella. —Lo siento, Raven —susurró entre lágrimas—, pero no puedo renunciar a este niño. Si lo hago, lo lamentaré el resto de mi vida.

Raven cerró los ojos, abrazándola con fuerza. La sintió temblar en sus brazos, y su resolución se rompió.

—Está bien —dijo él, su voz apenas un susurro—. Lo haremos a tu manera.