Es hora...

Pasaron las semanas...

—¡Ah!

Cuervo se volteó de golpe, casi saltando fuera de su piel. —¡Caray, qué pasa? ¿Estás bien?

Serafina estaba allí, paralizada, con los ojos abiertos como un ciervo atrapado en los faros de un carro.

—¿Hola? ¿Serafina? ¿Debo llamar a un doctor o algo?

Ella no respondió, solo parpadeó, su boca ligeramente abierta como si fuera a decir algo pero no pudiera sacar las palabras. Cuervo empezaba a perder la paciencia.

—En serio, tienes que decir algo. ¡Me estás asustando!

Finalmente, ella agarró su mano, atrayéndolo más cerca sin decir palabra. Él no sabía qué estaba pasando, pero ella guió su mano hacia su estómago, dándole una mirada que decía "Confía en mí".

—¿Qué diablos estás?

—Shh. Solo espera.

Antes de que él pudiera decir más, algo se movió debajo de su mano. Abrió los ojos sorprendido. ¿Era eso...?

—Espera... ¿Es eso...?

Serafina asintió, su sonrisa tierna. —Sí. Es el bebé.