Una nueva mañana

Con un suave estiramiento, Serafina despertó ante la cálida luz de la mañana que entraba en su habitación. Sentía una tranquila sensación de calma sobre ella mientras yacía allí, sola, con el espacio vacío a su lado recordándole que Cuervo debió haberse ido temprano.

Ahora era rutina—él se deslizaba silenciosamente para atender a sus deberes, dándole a ella un momento de paz para comenzar su día.

Miró hacia abajo; ahí, entre sus peludos labios inferiores, algo estaba saliendo. Era un líquido espeso y blanquecino.

No le parecía ni divertido ni alarmante, era normal para ella ahora.

Siendo madre de dos niños vibrantes—un enérgico niño de diez años llamado Kelin y una dulce pequeña de seis años llamada Aria—Serafina y Cuervo habían aprendido a ajustar sus vidas.

La juguetonería y la pasión que compartían seguían ahí, pero ahora requerían un poco de planificación.