—Ummm...
Serafina gimió, su respiración llegaba en suaves jadeos mientras sentía su fría pero cálida vara.
Ella rodeó sus brazos alrededor de él, agarrando firmemente sus caderas, manteniéndolo cerca, deteniéndolo justo cuando estaba a punto de empujar de nuevo.
Él se detuvo, alzando una ceja hacia ella, divertido por su repentino alto. Ella encontró su mirada, su expresión a la vez juguetona y seria.
—Mira, sé que ya no soy esa chica frágil, pero aún corro el riesgo de resfriarme si no me mantienes caliente —bromeó, su voz suave pero con un toque de protesta fingida.
—Y no olvidemos tu pequeña regla... dormir desnudos. —Le lanzó una mirada juguetona. —Cada noche antes de dormir, sin falta. Incluso ahora, en pleno invierno. ¿No es un poco mucho dormir completamente desnudos con el frío que se cuela?
Cuervo se rió y se inclinó hacia abajo, rozando sus labios contra su oreja mientras susurraba: