Esto termina ahora.

—¡Por favor, Roy, déjame ir! —grité desesperadamente.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Sol, levantándose desde el sofá, preocupación brillando en sus ojos.

—Nada de tu maldito asunto. Si no quieres unirte a ella, será mejor que te calles —le espetó Roy.

—Lo siento, no quería entrometerme —dijo Sol rápidamente, sentándose de nuevo y alzando las manos en el aire.

Ignorándola, Roy continuó arrastrándome, mis gritos intensificándose. —¡Déjame ir, Roy! ¡Déjame en paz! ¡Sol… Sol, ayúdame!

Noté que me estaba llevando por el oscuro pasillo y un escalofrío corrió por mi columna. —¿Me estaba llevando al calabozo? ¿Iba a torturarme?

—¡Roy, por favor, no hagas esto! —rogué, el miedo consumiéndome.

Él no respondió. Su rostro estaba fijado en la determinación. Me retorcí y forcejeé, pero su agarre era demasiado fuerte.

Al llegar a la pesada puerta de madera del calabozo, el pánico me invadió. Había oído historias sobre este lugar, y sabía que era una cámara de horrores.