Rescate.

—Desátame, pedazo de mierda —me retorcía en la silla, intentando liberarme de la cuerda.

Damián respiró profundamente, caminando de un lado a otro frenéticamente. —¿Qué se supone que haga ahora? Has jodido todo.

—¡Yo no he hecho nada! Fuiste tú quien quiso retenerme aquí contra mi voluntad.

—Cállate de una puta vez —estalló, haciendo un gesto con el dedo hacia mí—. ¿Y ahora qué hago si Dominick puede venir?

—Solo tienes que desatarme y escapar. Juro que no diré nada.

—Después de que le dijiste que estabas conmigo? Qué puta broma —Dejó de caminar, mirándome con frustración.

—Damián, piensa racionalmente. Si Dominick me encuentra aquí atada, solo empeorará las cosas para ti.

Apretó la mandíbula, estrechando los ojos. —Tienes razón, pero eso no significa que confíe en ti.

—Damián, por favor. Déjame ir. Podemos encontrar una solución que no termine en un desastre para ninguno de los dos.