Capítulo 18 - Guardianes de lo Oculto

El símbolo bajo el árbol se iluminó, extendiendo un resplandor dorado que se filtró entre las raíces y se adentró en la tierra misma. El aire se tornó denso, vibrante, como si una energía antigua despertara a su alrededor.

Elandor avanzó primero, atravesando lo que parecía una cortina invisible. Uno a uno, los demás lo siguieron, sintiendo una fría ráfaga al cruzar el umbral. Al otro lado, el bosque había cambiado. La luz era más tenue, y la vegetación, más frondosa y extraña. Flores de colores imposibles crecían en espirales, y la brisa llevaba un susurro lejano, como voces que narraban viejas leyendas.

Aria fue el primero en notar las marcas en los árboles, símbolos tallados que brillaban con un fulgor plateado.

—Estos signos... cuentan historias —murmuró, tocando uno con la punta de los dedos.

—Historias de sacrificio y poder —añadió Elandor—. Las Sendas Ocultas están protegidas por guardianes que no son ni vivos ni muertos.

El grupo siguió avanzando, cauteloso. El suelo comenzó a elevarse, formando colinas suaves y senderos serpenteantes. Fue entonces cuando se toparon con la primera criatura.

En lo alto de una colina, una figura alada se alzaba contra el cielo gris. Tenía el cuerpo de un león, pero sus alas eran de un azul intenso, como el océano en tempestad. Sus ojos dorados los observaban con inteligencia, y de su melena surgían pequeños destellos de luz.

—Un leosán —dijo Mina con asombro—. Creía que solo existían en los cuentos.

El leosán descendió suavemente, sus alas batiendo sin hacer ruido. A pesar de su tamaño, había una elegancia en cada uno de sus movimientos.

—Somos viajeros en busca de un camino —dijo Liam, dando un paso al frente.

La criatura inclinó la cabeza, sus ojos nunca apartándose de los de Liam.

—Para caminar estas sendas —rugió el leosán, con una voz profunda que resonaba en sus huesos— deben demostrar que su propósito es puro.

Kelith, quien hasta ahora había mantenido su distancia, avanzó inesperadamente.

—Nuestro propósito es salvar a los nuestros de las sombras —dijo, con una firmeza que sorprendió a todos, especialmente a Liam.

El leosán lo observó por un largo momento antes de desplegar sus alas y lanzar un rugido que resonó como un trueno. De las sombras, surgieron pequeñas criaturas aladas, con cuerpos translúcidos y ojos que brillaban como estrellas. Eran los nimberos, figuras del aire que, según las historias, guiaban a los viajeros perdidos hacia sus destinos o a su perdición.

Los nimberos rodearon al grupo, susurrando palabras que no podían comprender . Liam sintió que cada susurro tocaba su alma, revelando sus miedos y esperanzas.

Aria alzó su arco, más por instinto que por amenaza.

—Si fuéramos enemigos, ya estarían perdidos —dijo el leosán—. Pero veo una luz en ustedes... y una sombra que aún no conocen.

Mina miró a Kelith, sus ojos llenos de duda. Liam sintió el peso de esas palabras, comprendiendo que las Sendas Ocultas no solo eran un camino físico, sino una prueba a sus convicciones.

Finalmente, el leosán se retiró, dejando el camino libre.

—Sigan adelante, viajeros. Pero recuerden, no todas las sombras desean destruir. Algunas solo anhelan ser comprendidas.

Con estas palabras resonando en sus mentes, el grupo continuó su avance, sabiendo que cada paso los acercaba más a la verdad... y al peligro.