26: obra

Bajo la luz del amanecer, la arena de entrenamiento del palacio se llenaba con el sonido de pisadas firmes. Noah y Ronan estaban en el centro del campo, rodeados por un aire de tensión contenida. Ellian, sentado en un banco cercano, observaba en silencio. Su mirada era analítica, captando cada movimiento de su hermano y del sirviente que había aceptado como su protector.

Ronan se inclinó levemente en señal de respeto antes de tomar su posición.

—Joven amo Noah, ¿listo para comenzar? —preguntó con su tono educado y calmado.

Noah giró los hombros para relajar su cuerpo, flexionando los dedos antes de levantar la mirada con confianza.

—Siempre lo estoy —respondió sin dudar.

Sin previo aviso, Noah se movió. Su velocidad era impresionante, cerrando la distancia entre ellos en un parpadeo. Lanzó un golpe directo al rostro de Ronan, que lo desvió con el antebrazo antes de devolver un contrataque inmediato. Noah reaccionó con la misma rapidez, esquivando con un ligero movimiento de cabeza y respondiendo con una patada baja que Ronan bloqueó hábilmente con la pierna.

Los golpes se intercambiaban a una velocidad vertiginosa. Noah atacaba con precisión y estrategia, sin dejar huecos en su defensa, mientras que Ronan, aunque incapaz de sobrepasarlo, se mantenía firme, contrarrestando cada ofensiva sin perder la compostura.

Desde su asiento, Ellian observaba con interés.

—Ronan no puede superarlo… pero tampoco está perdiendo. —murmuró para sí mismo.

Noah lanzó un puñetazo rápido al torso de Ronan, pero este giró ligeramente, dejando que el ataque pasara de largo antes de bloquear con su antebrazo. Aprovechó la cercanía para sujetar la muñeca de Noah e intentar desestabilizarlo, pero Noah reaccionó al instante. Usando la fuerza del agarre en su contra, giró su cuerpo con agilidad, liberándose y lanzando un rodillazo que obligó a Ronan a retroceder.

Ambos respiraban con intensidad, pero ninguno cedía terreno.

—Eres rápido, joven amo Noah —comentó Ronan con una leve sonrisa

—. Y fuerte No esperaba menos.

Noah no perdió el tiempo en responder, lanzándose de nuevo al ataque. Esta vez su ofensiva era más calculada, midiendo la distancia y la fuerza de cada golpe. Ronan respondía con la misma precisión, esquivando y bloqueando sin permitir que Noah tomara ventaja. La lucha era equilibrada, un juego de reflejos y experiencia.

Ellian cruzó los brazos mientras miraba. Había visto a Noah entrenar muchas veces, pero pocas veces había presenciado a alguien capaz de seguirle el ritmo tan bien sin perder el control.

Finalmente, después de una serie de intercambios rápidos, ambos retrocedieron al mismo tiempo, respirando con más profundidad. Ni Noah ni Ronan habían caído, ni siquiera se habían tambaleado. Era un empate perfecto.

Ronan se inclinó levemente.

—Un entrenamiento excelente, joven amo. Es un honor poder enfrentarme a usted.

Noah dejó escapar un leve bufido, pasándose la mano por el cabello empapado de sudor.

—No esperaba menos de ti. Pero la próxima vez, voy a superar esa defensa tuya.

Ronan sonrió con cortesía.

—Esperaré con ansias el día en que lo haga.

Ellian, satisfecho con lo que había visto, se levantó de su asiento y se acercó. Sin decir nada, sacó un pañuelo blanco bordado con finos detalles dorados de su bolsillo y lo extendió hacia Noah. El gesto era simple, pero cargado de significado.

Noah levantó una ceja al ver el pañuelo.

—¿Para mí? —preguntó, tomando el pañuelo con cierta duda, aunque en su voz había un toque de gratitud.

—Para qué más lo extendería —respondió Ellian con su tono neutral, como si fuera la cosa más obvia del mundo.

Noah sonrió levemente y usó el pañuelo para secarse el rostro. El tejido era suave, y el bordado dorado brillaba bajo la luz del amanecer. No era solo un simple gesto de cortesía, sino un recordatorio sutil de que, a su manera, Ellian se preocupaba por él.

—Gracias —dijo, sin molestarse en ocultar el toque de gratitud en su voz.

Ellian simplemente asintió sin hacer más comentarios. Luego, sin esperar respuesta, giró sobre sus talones y comenzó a caminar en dirección a la salida de la arena de entrenamiento. Sus pasos eran firmes, y su figura pequeña se veía casi majestuosa bajo la luz dorada del amanecer.

Noah observó el pañuelo por un momento antes de guardarlo en su bolsillo. Era un gesto pequeño, pero significativo, y lo sabía. Luego, miró a Ronan, quien seguía de pie, impecable como siempre, aunque con una expresión ligeramente más relajada.

Antes de marcharse, Ellian miró a Ronan con su expresión imperturbable.

—No olvides la misión que te di. Mantén a Magnus alejado de mí.

Ronan sonrió con confianza, y en sus ojos había una determinación inquebrantable.

—Por supuesto, joven amo. Magnus no será más que una sombra distante para usted.

Ellian asintió con satisfacción y se alejó, su silueta desvaneciéndose por el pasillo. Ronan lo observó con atención, sus ojos reflejando la determinación de alguien que no fallaría en su deber. Luego, volvió la mirada hacia Noah, y por un momento, ambos compartieron una sonrisa cómplice.

Noah cruzó los brazos, inclinando ligeramente la cabeza.

—Sabes lo que tienes que hacer, ¿verdad? —preguntó con un tono que no admitía discusión.

Ronan inclinó la cabeza con respeto.

—Por supuesto, joven amo. Magnus no se acercará a él.

Ambos compartían el mismo pensamiento. Ellian y Noah no confiaban en Magnus. Sus intenciones siempre habían sido turbias, y la forma en que se interesaba en la familia Kafgert era, cuanto menos, sospechosa. Noah frunció el ceño.

—Magnus es un problema. No permitiré que se acerque a mi hermano.

—Yo tampoco —respondió Ronan con serenidad.

Dicho eso, Noah no perdió más tiempo. Salió tras su hermano con pasos rápidos y, al alcanzarlo, lo tomó sin previo aviso, alzándolo con facilidad hasta colocarlo sobre su cabeza.

Ellian, sorprendido por el repentino acto, lo miró desde arriba con una expresión neutral, pero su tono dejó en claro su desaprobación.

—Bájame.

Noah solo sonrió y ajustó su agarre para asegurarse de que su hermano estuviera bien equilibrado.

—No. Desde aquí puedes ver mejor todo —dijo con diversión.

Ellian suspiró, sin hacer más resistencia. Sabía que, si Noah quería hacer algo, insistiría hasta lograrlo. En su nueva posición, podía ver los pasillos del palacio desde una perspectiva diferente, y aunque no lo admitiría, no era tan incómodo como pensaba.

—Noah —dijo con su voz serena—. No pienses que esto significa que lo disfruto.

—Sí, sí, como digas —respondió Noah con una risa.

Así, continuaron caminando, con Noah llevando a Ellian sobre su cabeza como si fuera lo más normal del mundo. Ronan los seguía en silencio, con su acostumbrada compostura, pero con una leve sonrisa en los labios.

Noah siempre había sido alguien que mostraba su lado más auténtico y juguetón con su hermano menor, Ellian. Con él, no tenía que mantener una imagen impecable ni actuar como el noble perfecto que todos esperaban que fuera. Sin embargo, fuera de la privacidad que compartían, Noah era completamente diferente. Para los demás, era el hijo adoptivo del archiduque, un joven noble de modales impecables, con una postura refinada y una expresión fría e inalcanzable.

Pero ahora, con Ellian sobre su cabeza, todo rastro de nobleza desaparecía.

—Tienes mejor vista desde ahí, ¿verdad? —dijo Noah con una sonrisa mientras caminaba tranquilamente por el pasillo.

Ellian, aún en su posición elevada, suspiró con resignación.

—Si eso significa que dejarás de jugar, entonces sí —respondió con su tono neutro.

Noah rió con diversión y, como si no fuera suficiente, empezó a moverse más rápido, como si quisiera hacer que su hermano se sujetara mejor.

—Noah —advirtió Ellian, su voz aún tranquila, pero con un matiz de advertencia.

—Tranquilo, tranquilo, no te voy a dejar caer —respondió Noah con una risa ligera.

Desde detrás, Ronan los seguía con su expresión educada e imperturbable. A pesar de la situación, mantenía su postura correcta, sin opinar al respecto, aunque había una leve curva en sus labios que delataba su entretenimiento. Sabía que Noah no mostraría este lado suyo frente a nadie más que su hermano.

Finalmente, después de varios minutos de juego, Noah se detuvo y, con cuidado, bajó a Ellian al suelo.

—Listo, ya tuviste tu paseo especial —dijo con una sonrisa burlona.

Ellian lo miró con su acostumbrada expresión serena, acomodándose la ropa con calma.

—Si lo vuelves a hacer sin avisar, no responderé por las consecuencias.

Noah solo se encogió de hombros, sin tomar en serio la amenaza de su hermano menor.

—Sí, sí, como digas.

Ellian suspiró y siguió caminando. Noah, aún con una sonrisa, lo siguió sin decir nada más. Ronan, con su postura impecable, continuó tras ellos, asegurándose de cumplir su misión.

Noah podía ser juguetón con Ellian, pero en cuanto alguien más se acercara, su actitud cambiaría en un instante. El Noah relajado y burlón desaparecería, y en su lugar quedaría el noble perfecto que todos esperaban que fuera.

Pero mientras estuviera solo con su hermano, no tenía que fingir. Podía ser él mismo.

Cuando Ellian y Noah llegaron al comedor, la gran mesa ya estaba preparada con una variedad de platillos finamente servidos. Rose y Adam estaban sentados en sus respectivos lugares, esperando su llegada con la misma elegancia que siempre caracterizaba a la familia Kafgert.

Rose sonrió suavemente al verlos entrar, con su porte refinado y su aura maternal intacta.

—Justo a tiempo —comentó con satisfacción.

Adam, con su postura impecable y expresión tranquila, solo levantó la mirada hacia ellos antes de dar un sorbo a su copa. No dijo nada, pero su presencia imponía suficiente autoridad sin necesidad de palabras.

Noah, en un reflejo automático, dejó atrás su actitud relajada y adoptó su postura noble, caminando con elegancia hacia su asiento. Su rostro ya no reflejaba la diversión de antes, sino la serenidad de un joven noble perfectamente educado. Se sentó con gracia, sin hacer ruido innecesario.

Ellian, por su parte, caminó con la misma calma de siempre y se acomodó en su silla con un movimiento medido. No necesitaba fingir tanto como su hermano, pero aún así mantenía la compostura que se esperaba de él en momentos como este.

Los sirvientes comenzaron a servir los platos en orden, asegurándose de que todo estuviera perfecto. La comida estaba decorada con precisión, reflejando el estatus de la familia.

Rose tomó su copa con elegancia antes de dirigirles una mirada sutil.

—Espero que el entrenamiento de esta mañana haya sido productivo —dijo con una voz serena.

Noah asintió ligeramente, con su expresión impecable.

—Sí, madre. Ronan es un oponente formidable, pero aún no puede vencerme —respondió con un tono controlado.

Rose sonrió levemente y desvió su mirada hacia Ellian.

—¿Y tú, Ellian? ¿Cómo encontraste el entrenamiento de tu hermano?

Ellian tomó un pequeño sorbo de agua antes de responder.

—Interesante —respondió sin mucho detalle.

Adam, que había permanecido en silencio, dejó su copa sobre la mesa y miró a su hijo menor.

—¿Tienes intención de aprender también? —preguntó con su tono tranquilo.

Ellian bajó su copa con la misma calma y respondió sin titubear.

—Por ahora, prefiero observar.

Adam asintió levemente, sin hacer más comentarios. A su manera, entendía que su hijo analizaba las cosas antes de decidir si valían su tiempo.

La comida transcurrió en silencio durante unos momentos, con los cubiertos moviéndose de manera impecable. Era un ambiente refinado, donde cada gesto y cada palabra estaban calculados.

Sin embargo, justo cuando parecía que la conversación se había acabado, Rose habló nuevamente.

—Por cierto, Ellian —dijo con una sonrisa suave—. Tu padre me informó que comenzarás clases.

Ellian, que ya esperaba algo de este tipo, asintió con tranquilidad.

—Sí, madre. Historia, filosofía, escritura… —enumeró, pero fue interrumpido por la dulce risa de su madre.

—Oh, querido —dijo Rose con un tono encantador, pero con una ligera firmeza—. También aprenderás etiqueta.

Ellian parpadeó, sin mostrar sorpresa en su rostro, pero internamente, se sintió ligeramente incómodo. Antes de que pudiera decir algo, Rose continuó con la misma serenidad.

—No solo etiqueta común. Aprenderás etiqueta de dama —anunció con una naturalidad absoluta.

Noah, que estaba bebiendo té, casi lo escupe, pero logró contenerse a tiempo, simplemente carraspeando disimuladamente.

Ellian mantuvo su expresión impasible, pero dentro de su mente, sintió que todo el ambiente se había vuelto denso.

—...¿Por qué? —preguntó con su tono habitual.

Rose sonrió con suavidad.

—Es una oportunidad única. No hay nada de malo en ampliar tus conocimientos —dijo con dulzura, pero había un matiz de decisión en su tono.

Ellian supo en ese instante que no tenía escapatoria. Miró de reojo a Adam, esperando que dijera algo al respecto. Sin embargo, su padre simplemente bebió de su copa sin expresar ninguna opinión.

Fue en ese momento cuando entendió. Su madre lo había presionado, y Adam, aunque probablemente no estaba de acuerdo del todo, no lo había rechazado.

Noah miró la escena en silencio, con una mezcla de diversión y compasión por su hermano menor.

—¿Y quién será mi profesora? —preguntó Ellian, aunque ya tenía un mal presentimiento.

Rose sonrió con más intensidad.

—Yo, por supuesto.

Ellian cerró los ojos por un momento antes de exhalar silenciosamente. Sabía que su madre era una mujer amorosa y comprensiva, pero cuando tomaba una decisión, era imposible hacerla cambiar de opinión.

—Entendido —respondió con calma.

Noah no pudo evitar la leve curva en sus labios, disfrutando la escena desde su asiento.

Ellian simplemente continuó comiendo en silencio.

El almuerzo siguió su curso, pero ahora, en la mente de Ellian, solo había una certeza: las siguientes lecciones serían un infierno.

Ellian continuó comiendo en silencio, procesando la idea de las clases de etiqueta con su madre. Sin embargo, en medio de su reflexión, una idea cruzó su mente. Desde su nacimiento, nunca había pisado el mundo exterior. Siempre dentro del palacio, siempre bajo estricta vigilancia.

Dejó sus cubiertos con delicadeza y levantó la mirada hacia Adam.

—Padre, quiero salir a visitar la ciudad —dijo con su tono usual, tranquilo pero decidido.

Noah, que estaba bebiendo su té, giró la cabeza hacia su hermano, sorprendido por la repentina petición.

Adam, sin cambiar su expresión, terminó de beber y dejó su copa sobre la mesa antes de responder.

—No.

La negativa fue inmediata, sin lugar a discusión.

Ellian, sin inmutarse, continuó.

—Siempre he estado dentro del palacio. No he visto nada del mundo exterior. Quiero saber cómo es la ciudad.

Adam entrecerró los ojos levemente.

—No es necesario que vayas. Todo lo que necesitas está aquí.

—Eso no es lo mismo —insistió Ellian—. Saber sobre algo no es lo mismo que experimentarlo.

Rose observaba la escena con interés, pero no intervenía. Sabía que cuando su esposo y su hijo menor tenían una discusión, ninguno daba su brazo a torcer fácilmente.

Noah, al ver que la conversación se volvía seria, decidió intervenir.

—Si es un tema de seguridad, puedo acompañarlo. No pasará nada —dijo con naturalidad.

Adam lo miró con frialdad.

—Noah, no es un juego.

—No estoy diciendo que lo sea —respondió Noah con seriedad—. Pero es cierto que Ellian nunca ha salido. Si quiere conocer la ciudad, ¿por qué no darle esa oportunidad?

Ellian asintió, reforzando el punto de su hermano.

—No quiero estar encerrado siempre. Solo será una visita. No haré nada imprudente.

Adam exhaló con calma, sin mostrar ninguna emoción, pero era evidente que no estaba convencido. Miró a Rose, buscando su opinión. Ella sonrió levemente.

—Una visita controlada no estaría mal —comentó, con su tono dulce pero persuasivo—. Además, Noah y Ronan estarán con él. No habrá peligro.

Adam se quedó en silencio unos segundos. Luego, cerró los ojos y pasó una mano por su rostro antes de soltar un suspiro.

—Está bien —aceptó finalmente—. Pero habrá reglas.

Ellian mantuvo su expresión neutral, pero internamente sintió satisfacción.

—Dímelas.

Adam lo miró fijamente, con su autoridad intacta.

—No pueden alejarse demasiado del área noble de la ciudad. No debes hablar con desconocidos ni revelar información sobre la familia. Y Ronan se quedará a tu lado en todo momento.

Ellian asintió.

—Acepto.

Adam tomó su copa de nuevo y la levantó levemente.

—Si algo ocurre, esta será la última vez.

Ellian entendió la advertencia y simplemente inclinó la cabeza en señal de acuerdo.

Noah sonrió y le dio un pequeño empujón en el hombro a su hermano.

—Entonces, prepárate. Vamos a explorar la ciudad por primera vez.

Ellian miró a su hermano y asintió. Finalmente, iba a ver el mundo exterior con sus propios ojos.

Vestidos con ropas sencillas, propias de nobles de menor rango, Ellian, Noah y Ronan se prepararon para su salida. Sus cabellos, demasiado llamativos para pasar desapercibidos, estaban cubiertos con capas gruesas que protegían del frío y, al mismo tiempo, los ayudaban a ocultar su identidad.

Noah ajustó su abrigo y miró a su hermano menor.

—¿Listo? —preguntó con un tono más relajado que de costumbre.

Ellian, que revisaba los pliegues de su ropa, asintió con calma.

—Sí.

Ronan, de pie a un lado, se aseguró de que todo estuviera en orden antes de extender una mano. Sin necesidad de más palabras, comenzó a canalizar su magia. Un suave resplandor envolvió a los tres antes de que el entorno cambiara por completo.

La sensación de teletransportarse fue rápida y precisa. En un instante, la brisa de la ciudad imperial los envolvió, trayendo consigo el aroma a pan recién horneado y el murmullo constante de la gente que iba y venía por las calles empedradas.

Ellian abrió los ojos y miró a su alrededor con discreción. La ciudad imperial era vibrante y llena de vida. Tiendas decoradas con letreros llamativos, vendedores ambulantes ofreciendo productos con entusiasmo, niños corriendo entre la multitud... Era un mundo completamente diferente al que estaba acostumbrado dentro del palacio.

Noah, con las manos en los bolsillos de su abrigo, sonrió al notar la reacción de su hermano.

—Bienvenido a la realidad fuera del palacio —comentó con un tono ligero.

Ronan, por su parte, permanecía atento a su entorno, evaluando cualquier posible amenaza sin hacer evidente su vigilancia.

—Debemos movernos con cautela —dijo en voz baja—. No debemos llamar la atención.

Ellian no respondió de inmediato. Simplemente observaba, absorbiendo cada detalle de la ciudad. A pesar de su expresión tranquila, en su mente había un sinfín de pensamientos.

Después de todo, esta era su primera vez viendo el mundo real.

Vestidos con ropas sencillas, propias de nobles de menor rango, Ellian, Noah y Ronan se prepararon para su salida. Sus cabellos, demasiado llamativos para pasar desapercibidos, estaban cubiertos con capas gruesas que protegían del frío y, al mismo tiempo, los ayudaban a ocultar su identidad.

Noah ajustó su abrigo y miró a su hermano menor.

—¿Listo? —preguntó con un tono más relajado que de costumbre.

Ellian, que revisaba los pliegues de su ropa, asintió con calma.

—Sí.

Ronan, de pie a un lado, se aseguró de que todo estuviera en orden antes de extender una mano. Sin necesidad de más palabras, comenzó a canalizar su magia. Un suave resplandor envolvió a los tres antes de que el entorno cambiara por completo.

La sensación de teletransportarse fue rápida y precisa. En un instante, la brisa de la ciudad imperial los envolvió, trayendo consigo el aroma a pan recién horneado y el murmullo constante de la gente que iba y venía por las calles empedradas.

Ellian abrió los ojos y miró a su alrededor con discreción. La ciudad imperial era vibrante y llena de vida. Tiendas decoradas con letreros llamativos, vendedores ambulantes ofreciendo productos con entusiasmo, niños corriendo entre la multitud... Era un mundo completamente diferente al que estaba acostumbrado dentro del palacio.

Noah, con las manos en los bolsillos de su abrigo, sonrió al notar la reacción de su hermano.

—Bienvenido a la realidad fuera del palacio —comentó con un tono ligero.

Ronan, por su parte, permanecía atento a su entorno, evaluando cualquier posible amenaza sin hacer evidente su vigilancia.

—Debemos movernos con cautela —dijo en voz baja—. No debemos llamar la atención.

Ellian no respondió de inmediato. Simplemente observaba, absorbiendo cada detalle de la ciudad. A pesar de su expresión tranquila, en su mente había un sinfín de pensamientos.

Después de todo, esta era su primera vez viendo el mundo real.

Las calles de la ciudad imperial estaban llenas de vida y magia. No solo la arquitectura reflejaba la majestuosidad del reino, sino que todo en el entorno parecía respirar poder arcano.