25: La mañana de las lecciones

El sol de la mañana filtraba su luz dorada a través de los altos ventanales del palacio, iluminando suavemente los pasillos de la sección reservada para la familia Kafgert. El silencio era absoluto, roto solo por el leve crujir de las suelas de Ellian sobre el suelo de mármol. La noche anterior, Adam le había informado que comenzaría sus estudios formales al día siguiente. Con entusiasmo, Ellian había imaginado lecciones de historia, filosofía y el idioma escrito de este mundo, elementos esenciales para entender el entorno en el que ahora vivía. Pero esa ilusión se desvaneció en el momento en que entró en la sala de instrucción.

—Madre... ¿qué está haciendo aquí? —preguntó Ellian, confundido, al ver a Rose de pie junto a una mesa llena de utensilios de porcelana, telas y pequeños libros.

Rose le sonrió con dulzura, aunque su mirada tenía ese brillo que Ellian conocía demasiado bien: el brillo de quien no aceptaría un "no" por respuesta.

—Adam y yo hemos decidido que lo primero que debes aprender es etiqueta —respondió con calma, mientras organizaba las copas de cristal en la mesa con movimientos precisos.

Ellian parpadeó, incrédulo.

—¿Etiqueta? ¿No íbamos a empezar con historia o filosofía? —preguntó, tratando de mantener la compostura, aunque una nota de frustración se colaba en su voz.

Rose levantó una ceja, su tono tranquilo pero firme.

—Ellian, querido, la etiqueta es tan importante como cualquier conocimiento académico. No puedes ser respetado si no sabes cómo comportarte en sociedad. Y considerando... tus circunstancias, es necesario que aprendas ciertos protocolos específicos.

Ellian abrió la boca para protestar, pero cerró los labios al ver la mirada implacable de su madre. Adam, que estaba presente pero se mantenía en silencio, desvió la mirada, claramente evitando el tema. Rose lo había presionado para permitir estas lecciones, y Adam había accedido a regañadientes.

—Está bien, madre —respondió Ellian con un suspiro de resignación, sentándose frente a la mesa.

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**La Misión de Ronan**

El ambiente en la sección de los Kafgert estaba cargado de tensión, especialmente para Ronan, quien había recibido una tarea clara de su joven amo: mantener a Magnus lejos de él. Si cumplía, finalmente sería reconocido como su sirviente oficial.

Mientras Ellian intentaba concentrarse en las exigencias de su madre, su mente vagaba hacia la misión de Ronan. ¿Lograría mantener a raya a Magnus? La preocupación lo distraía, y Rose no tardó en notarlo.

—Ellian, concéntrate —dijo con suavidad, aunque su mirada era implacable—. No puedes perder el equilibrio mientras caminas. De nuevo.

Ellian asintió, respirando hondo mientras intentaba despejar su mente. Pero sabía que Magnus no se daría por vencido fácilmente.

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**El Encuentro con Magnus**

Mientras tanto, Magnus había tomado la determinación de descubrir quién era la misteriosa niña que parecía habitar en la sección de los Kafgert. Ronan, consciente de sus intenciones, lo interceptó en los pasillos del palacio.

—Su alteza Magnus —saludó Ronan con una reverencia impecable—. ¿En qué puedo ayudarle esta vez?

Magnus alzó una ceja, estudiándolo con interés. Ronan era nuevo, y su presencia tan cerca de Ellian le resultaba curiosa.

—Ronan, ¿verdad? —dijo Magnus con un tono casual, aunque su mirada estaba cargada de desconfianza—. Solo quería visitar a mi querido primo. Espero que no sea un problema.

Ronan mantuvo su expresión neutral, aunque sabía que estaba caminando en terreno peligroso.

—Lamentablemente, el joven amo Ellian está ocupado con lecciones importantes. No sería adecuado interrumpirlo.

Magnus esbozó una sonrisa burlona.

—¿Lecciones importantes? ¿Está tomando lecciones? —preguntó, dando un paso hacia él.

Ronan no retrocedió, inclinando ligeramente la cabeza en señal de respeto, pero manteniéndose firme.

—Solo cumplo con mi deber de proteger la tranquilidad de mi joven amo. Si desea, puedo informarle que su alteza desea verlo, y él decidirá si puede recibirlo.

Magnus lo miró con una sonrisa torcida, cruzando los brazos.

—Eres un sirviente interesante. Pero no necesito que me anuncies. Ellian es mi primo, y no tengo que pedir permiso para verlo.

Ronan inspiró profundamente y dio un paso al frente.

—Entiendo su relación con el joven amo, pero mi deber es claro: asegurarme de que nada perturbe su aprendizaje. Estoy seguro de que puede esperar hasta que termine.

Magnus entrecerró los ojos, evaluándolo. Había algo en la postura de Ronan que no le gustaba: confianza. Y eso le molestaba.

—¿Siempre eres tan leal? —preguntó con un tono burlón.

Ronan no respondió de inmediato, pero su mirada permaneció firme.

—La lealtad no es algo que se mida con palabras, su alteza, sino con acciones. Y mis acciones siempre estarán al servicio del joven amo.

Magnus dio un paso más hacia él, desafiándolo, pero Ronan no cedió ni un milímetro. Tras unos segundos de silencio incómodo, Magnus suspiró y levantó las manos.

—Está bien, Ronan. Ganas esta vez. Pero no te confíes. —Se giró lentamente y comenzó a alejarse, aunque su mente ya planeaba otra forma de entrar.

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**El Alivio de Ellian**

De vuelta en la sala de lecciones, Ellian, aunque concentrado en sus movimientos, no pudo evitar sentir cierta ansiedad por la situación. Cuando la puerta se abrió suavemente y Ronan entró, Ellian bajó el libro de su cabeza con rapidez.

Rose miró a Ronan con curiosidad, pero él hizo una leve inclinación antes de dirigirse a Ellian.

—Joven amo, el príncipe Magnus no será un problema hoy. —Su tono era calmado, pero había un toque de orgullo contenido en su voz.

Ellian dejó escapar un pequeño suspiro de alivio, aunque mantuvo su expresión neutral.

—¿Se mantendrá lejos por completo? —preguntó Ellian, evaluando a Ronan con cuidado.

Ronan asintió, su postura impecable.

—Hice lo necesario para asegurarme de que no interrumpa sus lecciones. Si vuelve a intentarlo, estaré preparado.

Rose, que había estado escuchando en silencio, sonrió con aprobación.

—Parece que tienes un sirviente muy competente, Ellian. —Luego, se dirigió a Ronan—. Gracias por tu diligencia. Asegurarte de que no haya interrupciones es crucial para estas lecciones.

Ronan inclinó la cabeza nuevamente.

—Solo cumplo con mi deber, mi señora.

Ellian cruzó los brazos, observándolo con atención. Finalmente, asintió.

—Ronan, cumplirás con tu papel como mi sirviente oficial. Pero no te relajes, esta fue solo una prueba. Espero mucho más de ti.

Ronan sonrió ligeramente, inclinándose.

—Entendido, joven amo. No lo decepcionaré.

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Cuando Ellian terminó sus lecciones de etiqueta, salió de la sala con una mezcla de agotamiento y alivio. El peso de las lecciones, combinado con la presión de mantener su postura perfecta durante horas, había dejado su pequeño cuerpo tenso. A su lado, Ronan lo seguía con pasos firmes y silenciosos, atento a cualquier necesidad de su joven amo.

Al llegar a su habitación, Ronan abrió la puerta con cuidado, dejando que Ellian entrara primero. Sin necesidad de instrucciones, Ronan comenzó a preparar el ambiente para el baño. Encendió las lámparas de la habitación y se dirigió a una puerta lateral que llevaba a un baño privado, llenando la bañera con agua tibia y agregando esencias relajantes que Rose había insistido en usar para "el cuidado adecuado de la piel."

Ellian, todavía vestido con el atuendo formal de las lecciones, se sentó al borde de la cama, soltando un suspiro. Ronan regresó y se colocó frente a él con un gesto profesional.

—Joven amo, permítame asistirle —dijo con un tono calmado.

Ellian asintió sin decir una palabra, dejando que Ronan se encargara de retirar cuidadosamente las capas de ropa. Aunque estaba acostumbrado a que los sirvientes lo atendieran, la atención al detalle de Ronan era notable. Retiró el chaleco y la camisa con movimientos precisos, asegurándose de no incomodar a Ellian.

—Tu eficiencia es... admirable —comentó Ellian, intentando encontrar algo que decir para romper el silencio mientras Ronan desabrochaba los botones de las mangas.

—Gracias, joven amo. Es mi deber asegurarme de que esté cómodo en todo momento —respondió Ronan mientras doblaba cuidadosamente las prendas y las colocaba a un lado.

Cuando Ellian quedó con ropa más ligera, Ronan se inclinó levemente.

—La bañera está lista. ¿Desea algo más antes de su baño?

Ellian negó con la cabeza mientras se ponía de pie. Se dirigió al baño, dejando que el vapor cálido lo envolviera al entrar. Antes de cerrar la puerta detrás de él, lanzó una última mirada a Ronan.

—Ronan, asegúrate de que nadie moleste mientras estoy aquí. Y... buen trabajo hoy.

Ronan, con su postura impecable, hizo una leve reverencia.

—Por supuesto, joven amo. Estaré vigilando.

Ellian cerró la puerta del baño, dejando escapar un suspiro mientras se sumergía en el agua tibia. Por primera vez en todo el día, sintió que podía relajarse. Mientras tanto, Ronan tomó su posición cerca de la entrada de la habitación, alerta a cualquier posible interrupción. Había aceptado la misión de proteger a Ellian, y estaba decidido a cumplirla sin fallar.

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Cuando el atardecer comenzó a desvanecerse, dejando paso a la noche, Ellian, ahora limpio y vestido con ropa cómoda pero elegante, decidió visitar a su padre. Caminó por los pasillos silenciosos del ala del palacio que ocupaba su familia, acompañado por el suave eco de sus pasos. Ronan lo seguía a una distancia prudente, siempre atento pero sin entrometerse.

Al llegar a la puerta del despacho de Adam, Ellian golpeó suavemente antes de entrar. La voz firme y calmada de su padre le dio permiso desde el otro lado.

—Adelante.

Ellian abrió la puerta y lo encontró sentado detrás de su escritorio, rodeado de pilas de documentos y pergaminos. Adam sostenía una pluma en la mano, su atención fija en un informe. La luz de las lámparas iluminaba su rostro, dándole un aire sereno pero claramente agotado. Sin levantar la mirada, Adam habló.

—Ellian, ¿cómo estuvieron tus lecciones hoy?

Ellian cerró la puerta detrás de él y se acercó, observando el desorden organizado del escritorio de su padre. Con un ligero toque de ironía, respondió:

—Intensas, como siempre. Madre no deja que me relaje ni un segundo.

Adam levantó la mirada por un instante, observando a Ellian con una leve curva en sus labios que apenas podría considerarse una sonrisa.

—Rose es detallista, lo sabes bien. Pero estoy seguro de que haces un buen trabajo. —Volvió su atención al documento frente a él, pero continuó hablando—. ¿Qué te trae aquí?

Ellian se acercó al escritorio, apoyando una mano ligera sobre el borde, mirando los papeles. Había sellos, gráficos y escritos que no lograba entender del todo.

—Quería verte. Parece que siempre estás ocupado —comentó con un tono casual, pero había un trasfondo de sinceridad en sus palabras.

Adam dejó la pluma en el tintero y entrelazó los dedos, apoyando los codos en el escritorio. Su mirada se volvió más suave mientras observaba a Ellian.

—Hay muchas cosas que manejar, pero siempre hay tiempo para ti. —Hizo un gesto hacia una silla frente al escritorio—. Siéntate.

Ellian obedeció, tomando asiento con una postura relajada. Por un momento, ambos guardaron silencio, una calma cómoda llenando la habitación. Finalmente, Ellian rompió el silencio.

—Padre, ¿por qué estamos aquí, en el palacio? —preguntó, su tono cuidadoso.

Adam lo miró por unos segundos antes de responder.

—Es por pedido del emperador. La situación es complicada, y por ahora es más seguro para nosotros estar aquí, aunque prefiero mantenernos en nuestra propia sección del palacio. —Su voz era firme pero contenía un toque de seriedad que Ellian reconocía como una advertencia de no indagar más.

Ellian asintió, entendiendo que no era momento para más preguntas. Cambió el tema.

—Padre, ¿puedo quedarme aquí un rato? Solo... para leer algo. —Intentó sonar casual, aunque realmente quería pasar más tiempo con él.

Adam asintió, tomando un nuevo pergamino.

—Haz lo que quieras. Pero no te distraigas demasiado, la noche es corta.

Ellian tomó un libro de un estante cercano y se acomodó en su silla. Mientras pasaban las horas, el sonido del roce de la pluma de Adam contra el papel y el suave pasar de las páginas del libro llenaban la habitación. Aunque ninguno lo expresó en voz alta, ambos disfrutaban de la presencia del otro, incluso en medio del trabajo y el silencio.

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