Cruzando el bosque

Llevando a Kent y a Tata Lan, el Kirin de Fuego se desplazaba por el paisaje como un cometa, dejando tras de sí un rastro llameante en la creciente oscuridad. El corazón de Kent se aceleraba al recordar la ominosa advertencia de la Dama de las Hierbas sobre el peligro inminente.

Sin un momento de vacilación, alteró su rumbo, con los ojos en busca de un lugar adecuado para burlar al depredador invisible e inédito que los seguía.

Durante 30 tensos minutos, fue un implacable juego del gato y el ratón. La presencia de la bestia invisible era una sombra opresiva, sus movimientos solo traicionados por el ocasional susurro o escalofrío inexplicable en el aire.

De repente, los ojos agudos de Kent divisaron un árbol masivo, su tronco lo suficientemente ancho como para acomodar su atrevido plan.

En un movimiento fluido, sacó su arco y colocó una flecha explosiva. Con la precisión de un guerrero experimentado, la soltó, cortando el viento antes de impactar en la base del árbol.