El espíritu del trono cobró vida, brillando con un resplandor etéreo, e inclinó la cabeza hacia Kent. Vestida con ropas doradas que abrazaban su pecho y una larga túnica que fluía grácilmente de arriba abajo, se presentó como una figura divina y madura, radiante con un aura de sabiduría y poder antiguos.
—Joven maestro —entonó respetuosamente, su voz melódica pero firme—, de ahora en adelante, tú eres el nuevo maestro de este trono divino. Como el espíritu de mando de este tesoro, obedeceré a cada uno de tus mandatos, maestro.
Kent tomó un momento para procesar la situación y luego preguntó:
—Dime, ¿cuál es el uso de este trono y tiene alguna utilidad en combate?
El espíritu del trono sonrió orgullosamente ante su pregunta. —Maestro, esto no es solo un trono; es un carro de guerra. Puede transformarse en diferentes formas según lo desees. Con tus pensamientos, puedes controlar este trono para moverte en cualquier dirección.