Diez Mil Bestias!

La realización lo golpeó como un martillo pilón. —Todos volvieron—. Las bestias que había matado hoy y ayer habían regresado todas, y si esto continuaba, si de alguna manera lograba sobrevivir esta noche, habría más de ellas mañana. Y muchas más la noche siguiente. El mero pensamiento era aterrador, un ciclo interminable de muerte y resurrección que solo terminaría cuando él lo hiciera.

Si Kent usaba hechizos corporales, podría acabar con estas bestias con simples chasquidos. Pero decidió luchar con las manos desnudas para liberarse de pensamientos implacables.

Por un breve momento, Kent sintió algo parecido a la desesperación, el peso de su predicamento cayendo sobre él. Pero rápidamente fue reemplazado por algo más: ira, cruda y hirviente, burbujeando desde lo profundo de su alma.

No tenía más opción que luchar. No tenía más opción que matar. Si iba a morir, caería luchando, llevándose consigo tantas de estas bestias malditas como pudiera.