—Rugido —tan pronto como Kent apareció, una bestia evolucionada se le lanzó encima.
—Zumbido —Kent embistió a esa bestia evolucionada con un solo puñetazo.
El corazón de Kent se sobresaltó:
— «¿Cómo es tan poderoso mi puño?» Kent no le dio mucha importancia y continuó.
Pero pronto dejó el asunto a un lado y comenzó su cacería.
Ese día había abatido a más de veinte bestias divinas, cada batalla llevándolo más cerca de su límite, pero también revelando una fuerza inesperada en su interior.
A medida que la noche caía, Kent encontró un árbol masivo con un tronco ancho y ramas fuertes, que ofrecían algo de refugio. Recogió leña, encendiendo un fuego que pronto rugió con vida, proyectando sombras titilantes a su alrededor.
Las llamas danzaban, iluminando el área circundante con un resplandor dorado y cálido. Se sentó, apoyándose en el árbol, con el crepitar del fuego como único compañero en el vasto y espeluznante silencio del bosque.