¡El Dios del Veneno!

—Levanta... Apunta... Libera...

Mientras la lluvia mortal de flechas venenosas descendía del cielo, Kent las observaba con una sonrisa burlona. Como un ser emocional, el disco divino comenzó a girar en un borrón, listo para desatar su poder.

El campo de batalla contuvo la respiración, preguntándose cómo Kent podría evitar el veneno. Pero nadie sabe que él es el verdadero maestro del veneno.

Justo cuando las flechas se acercaban al trono, el disco divino que flotaba sobre Kent giró con una precisión inigualable, cortando cada flecha que se atrevía a acercarse.

Las flechas se desintegraron en polvo. Pero el veneno se extendió pesadamente en el aire alrededor de Kent. La que una vez fue una atmósfera clara se convirtió en una neblina de veneno, una bruma asfixiante que incluso los guerreros más experimentados temían.

Pero Kent, sentado en su majestuoso trono, no mostró signos de miedo. Sus ojos permanecieron serenos, incluso cuando la nube mortal lo rodeaba.