Mientras Kent aparecía en la sala de teletransportación del Séptimo Reino, su cuerpo inmediatamente sintió el aplastante peso de la diferencia de gravedad.
La fuerza lo aplastaba, pero su cuerpo entrenado se adaptó rápidamente. Sus sentidos se agudizaron, intensificados por el aura pura que parecía saturar el aire. El mundo a su alrededor se sentía vivo, más vibrante que el planeta azul, con los colores del cielo, la tierra y las montañas distantes más radiantes y nítidos. Incluso el aire que respiraba era más ligero, más fresco, cargado de aura.
El punto de teletransportación estaba ubicado en la cima de una colina imponente, a cientos de pies sobre el paisaje circundante. Desde este punto de observación, Kent podía ver vastas extensiones de tierra bañadas en luz solar, el horizonte delineado con densos bosques y flora exótica.