—Ahora, el Jefe del Salón de la Justicia tomará los votos de los 31 Jefes de las Familias del Escudo —anunció el juez principal, silenciando a la multitud.
En el siguiente instante, un sirviente vestido de blanco se movió silenciosamente entre las filas de reyes, cada uno representando a una poderosa familia de escudo. Sostenía una bandeja con dos cuencos: uno negro y el otro rojo, lleno de una tinta líquida espesa.
Cada rey, a medida que el sirviente se acercaba, sumergía el sello de su familia en el líquido rojo y lo presionaba sobre un papel blanco crujiente, sus voces susurrantes pronunciando el nombre de la familia que apoyaban. El papel, manchado con la marca del escudo, se colocaba después en el cuenco negro.