En el gran salón del Palacio Doom, el Rey Hoon Doom estaba sentado frente a la mesa del comedor, rodeado de deliciosos manjares. Pero no tenía ánimo de comerlos. Sus cejas fruncidas y sus puños apretados revelaban la inmensa frustración que hervía dentro de él.
Frente a él, el orbe de cristal flotaba en el aire, su luz nebulosa parpadeando mientras aparecía el rostro del Maestro del Palacio.
—Maestro del Palacio, ¿qué demonios está pasando? ¿Cómo puedes permitir que alguien construya una puerta de teletransportación tan masiva? ¡Esto es una locura! —la voz del Rey Hoon tronó por toda la sala. Sus ojos se clavaron en la imagen del Maestro del Palacio—. ¿Entiendes la magnitud de esto? ¡Una puerta como esta podría traer a un ejército entero, millones de personas, de una sola vez! ¿Esperas que construyamos esta monstruosidad en dos semanas?
El Maestro del Palacio permaneció calmado, su rostro sereno e imperturbable ante el arrebato del rey.