¿¡Aún quieres casarte con él?!

Mientras Jean digería el hecho de que Kent no iba a entrar en el Mundo Espiritual, Krum continuó hablando tonterías.

—Pensé que finalmente habías superado a ese pequeño gusano del Planeta Azul —se burló, inclinando la cabeza con una sonrisa—. Nunca volverás a ver la cara de ese idiota, destinado a quedarse bajo mi pie, donde pertenece.

La arrogancia de Krum tocó un nervio en ella. Los ojos de Jean se entrecerraron, sus manos se apretaron en puños, pero su voz era fría como el hielo.

—¿Y exactamente qué te da ese derecho, Krum? ¿Hablar tan libremente sobre alguien a quien nunca podrás igualar?

Su sonrisa solo se amplió, sintiendo la oportunidad de provocarla aún más.

—Solo estoy diciendo hechos, princesa. A diferencia de ti, yo sé mi valor y mi lugar —se inclinó, burlándose—. Y tal vez si dejases de perseguir debiluchos, finalmente te darías cuenta de que mereces a alguien digno.

—¡Phat!