La cima del Monte Meru brillaba bajo la pálida luz de la luna, el aire sofocante con una inminente sensación de terror.
Kent estaba al borde de la Montaña Meru. Su silueta se perfilaba contra las llamas ondulantes del ritual que lamían más alto que los árboles más altos, enviando una clara señal: el enemigo estaba cerca.
Apretó su arco con fuerza, sus ojos agudos escaneando el oscuro horizonte. A su alrededor, la montaña resonaba con el sereno pero ferviente canto de los sabios, el ritmo de sus mantras creciendo más fuerte a medida que el ritual se acercaba a su clímax.
Kavi, el Kirin de Fuego, y Ruby yacían cerca, mordisqueando un trozo de carne asada con un zumbido de deleite. Jabil, la bestia serpentina, se enroscaba junto a Kavi, sus escamas brillando como plata líquida. Su lengua bífida titilaba en aprobación mientras hablaba. —Tus movimientos allá atrás fueron impresionantes, Kavi. Una lástima que los demonios fueran demasiado débiles para plantarse una pelea.