¡Ejército Demonio en Movimiento!

La vasta cámara tenuemente iluminada del santuario del príncipe demonio... El santuario era un lugar de excesos y esplendor sombrío. En su corazón yacía una inmensa piscina llena de un líquido oscuro y viscoso que brillaba como obsidiana fundida bajo el resplandor de llamas verdes espeluznantes de los candelabros esqueléticos de arriba.

Reclinándose en el centro de la piscina, el príncipe demonio descansaba en una plataforma parecida a un trono de hueso pulido, rodeado por las formas tentadoras de sus siete esposas. Cada una de ellas, bellezas demoníacas de encanto sobrenatural, lo atendían con una gracia casi hipnótica.

—Mi señor —ronroneó Kaavya, la esposa mayor, mientras recorría con sus afilados dedos con garras su piel carmesí. Su cola serpentina se enrollaba alrededor de su brazo de forma posesiva—. ¿Por qué te preocupas con siete sabios cada vez cuando puedes disfrutar de los placeres de la eternidad aquí?